Cada hombre desea poseer a una mujer, y desea hacerlo en todos los sentidos. La dominación es una disposición genética de nuestra naturaleza. Los hombres se dividen entre los que satisfacen los instintos de su naturaleza y los que no lo hacen. Estadísticamente, los hombres que los satisfacen son vitales y alegres, y en cambio, los que niegan su naturaleza son grises y conflictivos consigo mismo y los demás.
El
Amo, en ciertos momentos, permite que su esclava hable de sus
sentimientos y sentires. Y ella lo hace con toda sinceridad. Pero
sabe que ése es solo un permiso momentáneo, que en cualquier
momento volverá a retirársele. Eso hace que la esclava se rebele, y
así es como el Amo le da lo que ella mas hondamente desea, la
deliciosa sensación de su dominación, la subyugación de su
belleza, de su debilidad a la voluntad del Amo.
La
mujer más feliz es la esclava. La mujer libre la envidia.
La
naturaleza al enseñarle al hombre a dominar, no se ha olvidado de
mostrarle su “presa”. Siendo estas presas las mujeres bellas,
carnales, lujuriosas; y las disposiciones genéticas de esas mujeres
las inducen a ser dominadas deseando ardientemente ser poseídas y
controladas, pues para algo son hembras.
Querer
ser deseada, realizar todo lo que pueda para exaltar su feminidad y
así conquistar en cada instante a su Amo. Solo siendo esclava,
sintiéndose esclava, la mujer podrá desarrollar toda su capacidad
como hembra y llegar a cotas de deseo tan altas que una vez
alcanzadas jamás deseara su libertad.
Un
aporte a tiempo de un querido amigo
octubre de 2011
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